Table of Contents
“Qué yo recuerde, no me faltó nada cuando era pequeño/a…”
Es una frase que escucho a menudo. Pero cuando exploramos un poco más, muchas personas descubren que crecer sin afecto también deja huellas. Y no siempre son fáciles de ver.
Hablar de afecto es hablar de una de las necesidades emocionales básicas que nos constituyen. No es solo un adorno o un gesto bonito. El afecto es una fuente vital para nuestra salud mental, nuestras relaciones y nuestra identidad. Cuando una persona crece sin afecto suficiente —sin miradas cálidas, palabras que reconfortan, caricias seguras o espacios donde ser escuchada—, algo profundo se altera. Crecer sin afecto es como construir una casa sin cimientos: por fuera todo puede parecer estable, pero por dentro se tambalea con cualquier movimiento.

¿Qué es el afecto y por qué es tan importante?
El afecto incluye todas aquellas manifestaciones de cariño, reconocimiento, validación, estima o amor que damos o recibimos en nuestros vínculos significativos. Se expresa a través de miradas, palabras, gestos, contacto físico, tiempo compartido o actos de servicio.
Cada persona tiene su manera preferida de dar y recibir afecto, pero todas lo necesitamos. Por eso, hablar de la importancia del afecto en la infancia es fundamental: es allí donde se forma el primer mapa emocional sobre cómo funciona el amor, la seguridad y el valor personal.
Un niño o niña que crece con afecto constante, disponible y sincero, aprende que es valioso simplemente por ser. En cambio, crecer sin afecto o con un afecto inconsistente, genera una sensación profunda de inseguridad emocional.
¿Y cómo se conecta esto con las necesidades humanas?
Abraham Maslow, psicólogo humanista, desarrolló una teoría conocida como la “pirámide de las necesidades humanas”. En ella, además de las necesidades fisiológicas y de seguridad, incluye otras igual de relevantes: afecto, pertenencia, autoestima y autorrealización.
Muchas veces nos enfocamos solo en lo material: tener casa, comida, estudio o acceso a servicios. Pero dejamos de lado esas necesidades emocionales básicas que también nos constituyen. Y así, llegamos a la adultez con logros visibles… pero con un vacío que no entendemos del todo.
Carencias afectivas en la adultez
Cuando no recibimos suficiente afecto en nuestras etapas tempranas, el cuerpo crece, pero el mundo emocional queda fragmentado. Las carencias afectivas en la adultez se manifiestan de formas muy distintas: dificultad para confiar, miedo al abandono, necesidad constante de aprobación, baja autoestima o vínculos marcados por dependencia emocional.
En consulta, es común que las personas sientan que algo no encaja. Tienen trabajo, amigos, pareja, incluso hijos… pero sienten un vacío. Y cuando empezamos a trabajar ese malestar, muchas veces llegamos a la raíz: crecer sin afecto.
Este tipo de carencia emocional no siempre es evidente. Puede haber habido presencia física, pero no conexión emocional. Puede que se hayan cubierto las necesidades materiales, pero no las afectivas.
Por eso es tan importante reconocer que las carencias afectivas en la adultez no son un problema de voluntad o de carácter, sino la consecuencia de no haber tenido espacios seguros donde sentirse amados de forma incondicional.
¿Qué consecuencias tiene reprimir el mundo emocional?
Desde muy pequeños se nos enseña a ser fuertes, a no llorar, a “no armar dramas”. Hemos crecido en una cultura que muchas veces minimiza o invisibiliza el dolor emocional. Y esto tiene consecuencias.
Cuando tapamos o ignoramos nuestras emociones durante años, dejamos de identificar lo que sentimos y necesitamos. Muchas personas llegan a la adultez sin herramientas de inteligencia emocional. No saben cómo gestionar la tristeza, el miedo o el enojo. No saben pedir afecto ni poner límites. Y terminan repitiendo los mismos patrones de relaciones.
Por eso es clave empezar a identificar cómo el afecto influye en la autoestima y vínculos sanos. Porque si no sabes qué necesitas, aceptarás cualquier cosa. Y si no sabes cómo pedir afecto, dependerás de que el otro lo adivine.
¿Cómo saber lo que necesito?
Te dejo algunas preguntas que pueden ayudarte a identificar tus necesidades emocionales básicas:
- ¿Qué tipo de gestos me hacen sentir segura(o) en mis relaciones?
- ¿Qué palabras o acciones me hacen sentir en paz?
- ¿Qué actitudes de otros me hacen sentir visto(a) o contenido(a)?
Una vez que identifiques lo que te hace bien, intenta ponerlo en palabras. Decirlo en voz alta. Expresarlo a quienes son importantes para ti. A veces es tan simple como: “Me hace bien que me escuches sin interrumpirme” o “Necesito que me abraces cuando me siento mal”.
Y si no sabes por dónde empezar, está bien. Muchas veces, cuando crecer sin afecto ha sido parte de tu historia, puede ser difícil definir lo que necesitas. En esos casos, el acompañamiento profesional puede ayudarte a resignificar tu historia y aprender a darte lo que nunca recibiste.
Autoestima y vínculos sanos: ¿qué tienen que ver?
Cuando hablamos de autoestima y vínculos sanos, hablamos del valor que sentimos que tenemos y de cómo ese valor impacta la calidad de nuestras relaciones. Si crecimos en un entorno donde se nos reconocía y se nos valoraba emocionalmente, es probable que desarrollemos una buena autoestima y vínculos respetuosos.
Pero si en cambio aprendimos que el amor se gana, que hay que merecerlo, que hay que portarse bien o reprimir lo que sentimos para ser queridos… entonces probablemente arrastremos vínculos donde hay miedo, sacrificio o autoabandono.
Reparar esto implica volver a confiar en que merecemos amor sin tener que hacer nada extraordinario. Que está bien pedir afecto. Que es válido poner límites. Y que nadie tiene derecho a pisar nuestra dignidad.
Por eso, hablar de autoestima y vínculos sanos no es solo un tema emocional: es también un acto político y reparador.
Para cerrar…
Crecer sin afecto puede dejar heridas silenciosas. Pero también puede ser el inicio de un camino hacia el autoconocimiento, la sanación y el vínculo con personas que sí estén disponibles emocionalmente.
Identificar las necesidades emocionales básicas, reconocer la importancia del afecto en la infancia, entender las carencias afectivas en la adultez, y trabajar nuestra autoestima y vínculos sanos, son pasos clave para empezar a construir una vida más coherente con lo que sentimos y necesitamos.
Si este tema resonó contigo y sientes que es momento de empezar a trabajar en tu historia emocional,
🧡 te invito a conocer cómo acompaño procesos de transformación desde un enfoque cálido, respetuoso y personalizado:
👉 ramirez-restrepo.com/terapia-online-espanol
Porque el afecto no es un lujo: es una necesidad que todos merecemos.